Dijo una vez Freddie Mercury: "No seré una estrella de rock, seré una leyenda." Y la ciencia lo confirmó. Su voz desafiaba lo convencional, su vibrato era más rápido que el de Pavarotti, su dominio de los subarmónicos, un misterio incluso para los expertos. No solo cantaba, hacía vibrar el universo a su ritmo. Único, irrepetible, eterno. Porque Freddie no solo dejó música, dejó un mito inmortal.
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